MANO A MANO
de Viviana Cordero
Teatro para dos actrices mayores de 50 años.
El síndrome del nido vacío pesa más cuando tu marido te abandonó, tu hija se fue porque no te soportaba y tu hijo está muerto porque diste la orden de que lo desconectaran del aparato que lo mantenía vivo.
En este drama, Doña Violeta, se enfrenta a la soledad, solo queda con ella Baltazara, la empleada doméstica, esa que ha permanecido fiel por más de 20 años. Baltazara es quien crió a los hijos de la patrona, quien conoce todo el funcionamiento de la casa, es la que no ha tenido vida propia ni familia por cuidar la de sus jefes.
Ahora, Baltazara también se quiere ir y Doña Violeta no quiere quedarse sola, al final, Baltazara también se da cuenta que solo se tienen una a la otra.
Es como un matrimonio fallido, pero solo queda esperar el final de los días en compañía de la otra porque no saben vivir de forma distinta.
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Espero que hayas disfrutado esta historia tanto como yo disfruté al escribirla, no puedo agradecerte lo suficiente tu apoyo. Ser un escritor sin lectores no tiene sentido.
MANO A MANO
Cuando se cierra la puerta
Viviana Cordero
Personajes
DOÑA VIOLETA. Señora de aproximadamente 55 años de clase media alta, llena de prejuicios y frustraciones.
BALTAZARA. Su empleada, aproximadamente la misma edad.
Se escucha un portazo todavía a obscuras. Antes de darse la luz, se escuchan las voces de dos mujeres.
VIOLETA: ¡No, Alegría, no te vayas! Se va.
BALTAZARA: Se fue.
LA LUZ LLEGA DE GOLPE, COMO CONVOCADA POR EL SONIDO.
Una sala, una mesa de planchar, una cocina son los elementos de la escenografía. Alrededor, muchas violetas en maceteros
VIOLETA, mira en dirección a la puerta. Gira y avanza hasta el proscenio. Al fondo, derribada sobre la tabla de planchar, se encuentra BALTAZARA. Es
su empleada doméstica. Violeta no la mira, ni cae en cuenta de su presencia. A Violeta la sentimos desgarrada. Baltazara es un eco. Como autómata. Sin
una gota de emoción. Estoica.
VIOLETA: No hay nadie. Se lleva la mano al corazón.
BALTAZARA: Nadie.
VIOLETA: Me he quedado sola.
BALTAZARA: Sola.
VIOLETA: ¿Y ahora?
BALTAZARA: CASI UN DESAFÍO. Ahora…
VIOLETA: TODAVÍA SIN REPARAR DEL TODO EN BALTAZARA. POR LA HIJA QUE SE HA MARCHADO. Ya no tengo para qué vivir.
BALTAZARA: Vivir.
VIOLETA: Y una sólo se da cuenta cuando se van…
BALTAZARA: Se van.
VIOLETA: Todo terminó.
BALTAZARA: CON RITMO MUSICAL. Terminó.
VIOLETA: La casa ha quedado sola.
BALTAZARA: …sola.
VIOLETA: Tal vez ya ni siquiera es una casa… Es una cárcel… O una tumba…
BALTAZARA: Tum-ba.
VIOLETA: No hay nadie.
BALTAZARA: Nadie. Yo no soy nadie. Violeta por primera vez escucha y se da la vuelta muy lentamente para confrontarla.
VIOLETA: MOLESTA. ¿Qué dices, Baltazara? ¿Acabaste de planchar?
BALTAZARA: SE ALZA DE HOMBROS. No, señora Violeta. Nunca se acaba.
VIOLETA: ¡Qué se va a acabar si andas con la plancha por todo lado atrás mío! ¿Y la cena? ¿Está lista la cena?
BALTAZARA: Sí, señora Violeta, la comida está lista.
Violeta se sienta y retoma una labor de punto de cruz mientras que Baltazara sigue planchando.
VIOLETA: La cena. ¿Y para qué quiero cenar si me he quedado sola? Pensar que toda mi vida compartí mis comidas. Hace tantos años ya, cuando me casé. Entonces la vida era como de colores. Siempre tenía que esperar para cenar. Y al principio me molestaba esa espera, ¿te acuerdas, Baltazara? Ahora, ya no puedo vivir sin ella.
BALTAZARA: ¡Hace fuuu que se largó el señor, señora Violeta! ¡Se fue con otra! Hace tiempo que la dejó, señora. Y después se murió. O sea que se fue dos veces. Usted ha comido sola desde hace mucho tiempo, porque la señorita Alegría siempre tenía compromisos y el niño Francisquito…
VIOLETA: No quiero recordarlo. ¡No quiero recordarlo! Y, en cuanto a mi marido… Eso fue hace mucho tiempo. No merece recordarlo.
BALTAZARA: O no queremos recordarlo. Nosotras que siempre hemos sido, ¿cómo es que usted dice? Ah sí, ‘dignas’.
VIOLETA: No hables en plural, Baltazara. Y no ironices. Tú sabes que yo dejé al señor porque no me merecía.
BALTAZARA: El señor se fue porque se fue con otra, y usted bien que lloró lágrimas de sangre, señora. Como lloramos todas. Por estúpidas… Por débiles… Por cojudas que somos.
VIOLETA: PENSATIVA, POR UNOS INSTANTES Y DEJÁNDOSE LLEVAR POR LO QUE DICE BALTAZARA. Como apéndices de ellos, extirpados, guardados en un frasco de alcohol, para el recuerdo. TAJANTE, CAMBIA DE TONO. VIOLETA HA RESUELTO QUE EL PASADO ES COMO ELLA HA DECIDIDO QUE SEA, O QUE HAYA SIDO. El señor se fue porque yo lo eché. Porque el orgullo y la dignidad están primero y porque… Porque una mujer está hecha para vivir sola. Los hombres lo único que hacen es estorbar. Llegan con su enorme presencia y llenan todos los espacios. Y sólo esperan ser servidos, ser aplaudidos. Que se les escuche… Ah, pero ellos, ellos nunca tienen tiempo para oír. Es cobardía buscar a un hombre. El tiempo me ha dado la razón. Ahora sólo cargo conmigo misma. Eso es bueno. Puedo comer lo que me dé la gana. Puedo vestirme como me dé la gana. Soy yo. Yo. Y eso es bueno. Mientras tanto Baltazara se ha acercado a la cocina y ha servido un plato, que lo coloca en una fuente y lo acerca a la señora, depositándolo en una pequeña mesa junto al sofá en el que está sentada.
BALTAZARA: ¿Y entonces por qué sufrimos, señora Violeta?
VIOLETA: Yo no sufro.
BALTAZARA: BURLONA. Ajá, así mismito le pasó a mi prima Manuela. Violeta se vuelve a mirarla; pero Baltazara se aleja. Se sirve un plato de sopa
y se sienta en una pequeña silla, donde se acomoda a comer, tratando de dar la espalda a la señora Violeta. Violeta, no puede más de la curiosidad y prosigue.
VIOLETA: ¿Y qué? ¿No me vas a contar?
BALTAZARA: ¿Qué quiere la señora que le cuente?
VIOLETA: Eso que decías… De tu prima… ¿Cómo era? ¿Manuela?
BALTAZARA: No me acuerdo. ¿Y no ve que estoy comiendo? Una también tiene hambre, señora. Déjeme en paz.
Violeta entra a la cocina, la mira y ríe
Puedes descargar la obra completa en la página de Celcit
Aunque el texto esté libre para descargar, hay que ponerse en contacto con la autora para pedir los derechos del montaje